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martes, 16 de marzo de 2010

Los niños de Hitler: Criaderos humanos Proyecto genético durante el Tercer Reich

Diario Mercurio edición impresa, pagina 13

16 de marzo de 2008


El uso popular de diferentes aspectos relacionados con los años del Tercer Reich no parece novedad. El cine, la literatura y el arte se han hecho cargo tanto de masificar los horrores del Holocausto como de arrojar luces sobre la figura de Adolf Hitler y todos aquellos personajes que fueron claves en su ejercicio del poder. Sin embargo, con Huérfanos del mal, la última novela del francés Nicolas D’Estienne que llegará a las librerías chilenas en mayo, vuelve el análisis sobre uno de los pasajes más oscuros y controversiales de la historia alemana: el desarrollo del programa Lebensborn.

En Huérfanos del mal, dosificada, según D’Estienne, en “30 por ciento de historia pura y 70 por ciento de imaginación más o menos controlada”, una periodista es contratada para investigar la misteriosa fatalidad que ronda a los niños nacidos de un programa diseñado, en las décadas del ’30 y ’40, para producir la raza que poblaría al mundo.

El plan

Los hogares Lebensborn —“manantiales de vida”— se establecieron en Alemania en 1935. Ideados por Heinrich Himmler —ministro del Interior de Hitler— y encabezados por el coronel SS Max Sollmann, buscaban, originalmente, convertirse en casas de maternidad que protegieran a madres solteras o casadas y a niños legítimos e ilegítimos, a fin de evitar el aborto. Los niños eran bautizados frente a la cruz esvástica en un ritual que unía costumbres germánicas, nacionalsocialistas y cristianas. Sin embargo, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial los propósitos del plan cambiaron y los hogares Lebensborn comenzaron a diseminarse por los países ocupados por los germanos, en busca de la creación de la raza aria perfecta que conduciría al mundo en el siguiente milenio. Se estima que 20 mil niños fueron el resultado de este proyecto que involucraba a una veintena de sedes en diferentes países: Noruega fue uno de los más afectados. La periodista, académica de la Universidad del Desarrollo y autora del libro Chile y los hombres del Tercer Reich (Sudamericana), María Soledad de la Cerda, señala que “para ingresar al Lebensborn, las mujeres embarazadas tenían que poseer ciertas características raciales, esto es, pelo rubio y ojos azules; debían demostrar que no tenían problemas genéticos y probar también la identidad del padre, que debía cumplir con los mismos criterios. Entre seis mil y ocho mil personas nacieron en estas clínicas en Alemania entre 1936 y 1945, y más de seis mil en Noruega durante la guerra”.

Lejos del pensamiento común de que los hogares Lebensborn eran verdaderos burdeles, en éstos se desarrollaban relaciones normales entre jóvenes mujeres con ciertos estándares genéticos que se embarcaban en uniones casuales con los soldados de la ocupación. Muchos niños fueron entregados en adopción para ser criados dentro de las costumbres alemanas, y otros fueron abandonados al concluir la invasión.

Según De la Cerda, que la historia haya tardado tantos años en salir a la luz podría obedecer a que el 50 por ciento de las madres vinculadas a Lebensborn eran solteras, lo cual resultaba muy mal visto hace algunas décadas. “Los padres, cuando se trataba de oficiales nazis, eran por lo general hombres casados que preferían mantener oculta su aventura amorosa”. El profesor de Historia de la Universidad de York, en Canadá, Michael Kater, se ha especializado en el tema y cuenta con un gran número de publicaciones relativas al nazismo desde diferentes ámbitos. El canadiense expone que las historias relacionadas con los hogares Lebensborn no pasan de ser falacias exacerbadas por los medios de comunicación: “Los oficiales de las SS eran animados a concebir hijos fuera del matrimonio, pero que hayan sido seducidos para fornicar con alemanas púberes es un largamente sufrido cuento de hadas”. Concuerda con la periodista chilena en que esta institución fue creada para recibir y criar hijos fuera del matrimonio que coincidieran con los estándares arios, pero le atribuye una función mucho más benéfica, como criar niños que habían sido robados de sus padres en países ocupados. Lejos de la perspectiva de acogida que propone la descripción de Kater, De la Cerda señala que, si bien los hogares Lebensborn derivaron en lugares de refugio para niños huérfanos, las razones serían bastante más oscuras: “A partir de 1939, los centros de Lebensborn en Alemania pasaron a ser utilizados para ocultar a los niños que los nazis consideraban valiosos en los territorios conquistados de los países del Este y cuyos padres habían muerto. A ellos se les cambiaba la fecha de nacimiento, se les proporcionaba una nueva identidad y se les convertía en perfectos alemanes. Muchos de ellos hasta hoy ignoran sus orígenes”.

Huellas de vida

Nicolas D’Estienne asegura que el trabajo de indagación para escribir su última novela fue arduo: “Tuve que hacer una verdadera investigación para la base de mi libro. No podía inventar; este tema es demasiado grave, demasiado duro”. No obstante, asegura que lo suyo es la literatura, a pesar de su interés en la historia y su reconocimiento de las tensiones que hasta hoy atraviesan Europa. El escritor señala que, durante su investigación, se dio cuenta de que “existe una verdadera conspiración del silencio en todos los países vinculados al tema —Alemania, Escandinavia, Francia, Holanda y Dinamarca, entre otros—, ya que muchos de los niños nacidos en los campos Lebensborn aún viven.

Si bien resulta complejo atribuir la verdad a una u otra versión, hay historias que permanecen a pesar del tiempo. Son los testimonios de cientos de personas que han alzado la voz en los últimos años para protestar por sus derechos. Se trata de los verdaderos “huérfanos” de esta historia, los niños que, muchos años más tarde, descubrieron sus orígenes y tomaron conciencia de haber sido parte de un proyecto de mejoramiento genético y cargan con la ambivalencia engendrada en la sospecha de descender de criminales implicados en el exterminio nazi. En 1999, la asociación Krigbarnforbundet Lebensborn presentó una demanda frente a un tribunal de Oslo en la que denunciaba que Noruega habría sido cómplice del plan eugenésico nazi, pero la Corte estimó que el delito, de haber sido cometido, ya estaría prescrito. Hace exactamente un año, más de 150 noruegos se presentaron frente a la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo, en Francia, para protestar en contra de un país que, a su juicio, no tomó las medidas necesarias para que ellos no sufrieran el ostracismo social de ser considerados “hijos de nazis”. Claro, al término de la guerra, ninguno de los países ocupados quería persistir en la huella de las imposiciones alemanas, de las cuales los “niños Lebensborn” eran un triste recordatorio. En la ocasión reclamaron una compensación de 65 mil dólares para cada uno.

En 2005 nació la asociación “Huellas de vida”, un grupo de apoyo mutuo que preside la psicóloga Gisela Heidenreich, cuya autobiografía, El año infinito, da cuenta de su experiencia como “hija de la vergüenza”.

La línea divisoria

María Soledad de la Cerda estima que Lebensborn “es la cara más desconocida de la obsesión nazi por purificar la raza, puesto que así como por una parte eliminaban a los judíos, gitanos, enfermos o minusválidos, en resumen, a todo aquel que consideraban indeseable, por la otra seleccionaban a los padres que, por sus características físicas arias, debían ser los progenitores de los nuevos seres de raza perfecta”. El académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Joaquín Fermandois, llama a recordar que las políticas de higiene racial no fueron propiedad absoluta del Tercer Reich, puesto que “la idea del mejoramiento genético es una preocupación médica moderna que supera largamente al nazismo: está antes y después del nazismo”. Estas medidas institucionalizadas de selección de personas han sido, a su juicio, la tónica de muchos regímenes totalitarios de diferente signo político. El acento y la preocupación deberían estar en el resguardo de la ética, en ese sutil límite que separa las mejoras para el progreso de la humanidad, como aquellas relacionadas con la cura de enfermedades y su prevención, y las que tienen que ver con la discriminación a priori. “Hay un aspecto legítimo y uno ilegítimo, y toda la discusión bioética de la actualidad, que es parte de una discusión pública, está en definir qué es legítimo y qué no. La ciencia siempre nos va a arrojar estos problemas, y no se puede prohibir la ciencia”.

Más de 20 mil niños habrían nacido bajo el alero de Lebensborn.


Vocalista de Abba: la más famosa niña “Lebensborn”

El caso más conocido de una niña “Lebensborn” que se enteró sólo en la adultez de la verdad de su génesis es el de Anni-Frid Lyngstad, una de las vocalistas del popular grupo musical Abba. La noruega nació en noviembre de 1945 como fruto de la relación de Synni Lyngstad y el sargento alemán Alfred Haase. Treinta años más tarde, la morena cantante se reencontró con su padre, quien la reconoció y recordó con cariño la relación que había mantenido con la madre de Anni-Frid.

Su historia recrea el sufrimiento de muchos de los niños “Lebensborn” y sus madres. Tras el nacimiento de quien después sería mundialmente popular, su madre y su abuela fueron consideradas traidoras y destinadas al ostracismo en una aldea al norte de Noruega, donde afrontaron grandes penurias, yendo de un lado a otro para evadir el odio que existía hacia los alemanes.

2 comentarios:

isapucela dijo...

Al final va resultar que los niños del Brasil no era tan ficticio como creíamos.....En el caso del nazismo la realidad supera con creces la ficción, una mente enferma rodeada de "obedientes" sin conciencia y de gente que no deseaba enterarse de lo que pasaba organizó un sistema monstruoso del que todavía hoy no conocemos todos los detalles.Una pena Mila..

Besos

Mila dijo...

Una pena.
Y los tiempos que vivimos creo que aun son peores, moralmente, que los tiempos del nazismo declarado.
Ahora nos hacen tragar los horrores de manera publica y solapada, con consejeros de imagen. Y la masa borreguil aun se queda contenta y da las gracias por el bien recibido.
Estoy convencida de que los "obedientes" hasta viven felices.