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martes, 8 de diciembre de 2009

La leyenda de Pirene


19 de Octubre de 2004

Por Isabelplus



Entre todas las montañas que arrugan la superficie de la tierra, ninguna hay tan hermosa como la cordillera de los Pirineos que cose nuestra vieja piel de toro que es España al continente europeo.


Es obligatorio conocer los Pirineos: en invierno cuando la nieve suaviza con su tapiz blanco todas las cosas y parece convertir los picachos en blanquísimo algodón. En primavera, cuando la naturaleza juega igual que un niño y revienta de alegría y viste a las montañas con colores que superan nuestra imaginación. En verano, cuando sus azules cumbres se confunden con el firmamento azul y no sabes dónde termina la tierra y comienza el cielo. Y en otoño, cuando sus bosques se tiñen de un color de oro viejo.

Viejo y valioso como las leyendas del Pirineo.

Esta que quiero contaros hoy es para mí la madre de todas ellas. La inventaron los griegos hace muchísimos siglos, cuando ellos confundían la creación del mundo con la lucha de los dioses. En su imaginación, suponían que el cielo estaba poblado de innumerables dioses que se disputaban unos a otros la posesión de la tierra.



Entre estos dioses había dos especialmente fuertes: Atlante, que tenía como misión sostener las columnas que separan el cielo de la tierra y llevar el universo a cuestas, cargado sobre su espalda. El otro dios fuerte era Hércules, valeroso como nadie pero violento y cruel como ninguno. Había nacido medio dios medio hombre pero cuando se narra nuestra historia ya había alcanzado la categoría divina. Parecía haber nacido tan maldito que una diosa le envió a la cuna dos serpientes para que lo matasen, pero el bebé las estranguló.



"Hercules y la Hidra" de Antonio Pollaiolo. Hacia 1475

Naturalmente, Atlante y Hércules eran enemigos: eran demasiado fuertes los dos para poder convivir. Atlante, además, era de carácter dulce y pacífico y vivía feliz en su maravilloso reino de la Atlántida. Hércules no tenía patria y recorría todo el mundo sembrando el dolor por todas partes. Y además, Hércules había engañado a Atlante con sus malas tretas cuando fue a robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides… Esta será otra leyenda, sigamos en la que estábamos…


"Pirene" de Richard Franklin

Fue entonces cuando conoció a la más bonita diosa de las Pléyades, Pirene, hija de Atlante, y se prendó de ella. La pretendió como esposa y lo hubiera conseguido porque nada parecía imposible para él; pero Pirene adoraba a su padre y se juró a sí misma que nunca consentiría al amor de Hércules.

Tal vez la destrucción de la Atlántida se debió a ese amor no correspondido. Desairado Hércules por la esquivez de Pirene, en un arrebato de cólera, partió con un golpe de su clava el monte dando lugar a lo que hoy llamamos el Estrecho de Gibraltar. En los dos extremos plantó sus columnas, Calpe y Abila y el agua del Mediterráneo se precipitó sobre la Atlántida, anegándola. Entonces fue precisamente cuando aparecieron todas las islas del Mar Egeo, al vaciarse un poco el mar….


"Las columnas de Hércules" de Ginés Serrán Pagán

Todo pereció en la idílica Atlántida. Hay quien prefiere pensar que, por el contrario, todo el continente continuó su vida debajo del Océano protegido por una inmensa bóveda de cristal y que hoy es más hermoso que nunca. La leyenda se da aquí la mano con la ciencia ficción y con los extraños fenómenos del mar de los Sargazos y el Triángulo de las Bermudas.


Sin embargo la bella Pirene consiguió escapar de la catástrofe. Huyó más allá del jardín de las Hespérides y se refugió, acogida por los pastores, en las más hermosas montañas del mundo que recibieron su nombre.

Hércules, desorientado, empezó a recorrer el universo en busca suya. Jamás renunciaría al amor de Pirene.

Al llegar la noticia a los oídos de la diosa, temerosa al mismo tiempo que llena de despecho, encendió los montes prefiriendo ver todo arrasado y aceptando su propia muerte antes que caer en los brazos del poderoso y caprichoso dios.

Hay poetas que aseguran que la inmensa pira dio el nombre al Pirineo; yo no pienso quitarles la razón ya que además la palabra PIR significa fuego.


Hércules llegaba de Italia, siempre buscándola, y de realizar sus famosos doce trabajos al servicio de Euristeo en penitencia por su violencia y locura que le llevaba a matar a todos los que amaba aunque fueran sus propios hijos.

De lejos vio la terrible humareda del Pirineo que se elevaba hasta lo alto del cielo. Imaginando la tragedia, a grandes zancadas se dirigió a nuestras montañas.

Llegó al atardecer cuando ya todo era una inmensa ascua: los bosques ennegrecidos y sus árboles retorcidos convertidos en carbón. Empezó a rebuscar por todos los recónditos parajes, valles, grutas y colinas, orientándose por lo único que no ardía: las lágrimas de Pirene que salpicaban la montaña y se quedaban cristalizadas en los inmensos ibones de azul intenso que todavía podemos hoy contemplar.


Una de las lagrimas de Pirene: el Ibon de Acherito (Huesca)

Sólo al llegar la madrugada pudo encontrar a la diosa de sus amores. Quiso rescatarla del incendio pera ya era tarde: estaba agonizando y entre los estertores de la muerte se la veía sonreír con gesto de triunfo por haber podido burlar al hijo de Zeus. Jamás ni ella ni su monte se someterían a nada ni a nadie.

Se juró a sí mismo que la Hesperia tan amada por él, entre todas las naciones, quedaría para siempre marcada por la señal del amor imposible: las Columnas de Hércules mirando a África y la Atlántida sumergida, al sur, y el altivo Pirineo al otro extremo.


"Hércules entre las llamas amasando el túmulo de Pirene", obra del artista canario Néstor Martín (1887-1938)

Tomó con infinito cariño a Pirene y la enterró allí mismo. Y allí le preparó su colosal mausoleo. Llamó a gritos a los Titanes y con ellos y con sus propias manos cogió las gigantescas rocas y montañas calcinadas y las fue apilando una a una hasta dejar acabada una inmensa cordillera que desafiaba hasta los cielos y que para siempre se llamaría Pirineos en memoria de la hija de Atlante y como símbolo de la tenacidad y del amor a la independencia.

Y sobre su informe crecería desafiante colocó un sudario blanco de nieve purísima. De ese Pirineo, forjado en el fuego, la pasión, la fuerza y la libertad, nacería un pueblo heredero de dioses, fantasías y amor….



Espero que os gustase esta bonita leyenda…. Salu2 desde Mañolandia.


Nota de Mila: las fotos, las ilustraciones y los enlaces no aparecen en el artículo original y han sido añadidos por mí. Los retiraré de inmediato si el autor y/o propietario del artículo lo solicita.
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10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto esta leyenda.
Es un placer venir a tomarse un cafelito y leer cosas bonitas.

Anónimo dijo...

Soy Mae,no se por que no me deja identificarme.

isapucela dijo...

A mi tb me encantó....que bonito....
No hay que olvidarse de la belleza que nos rodea.Somos muy afortunados con el planeta en el que vivimos..aunque a veces le maltratemos un poco.

besos

Mila dijo...

Hola amigas!

Aquí aprovecho de vez en cuando para poner cosas bonitas, bastante triste y feo es lo que tenemos que publicar en el otro blog.

No se me olvida que tengo que seguir con la entrada de Juana de Arco...
Y tengo a Gilles de Retz pendiente todavía.

Nos falta el tiempo a las dos socias para hacer todo lo que nos gustaría. Poquito a poco.

mae dijo...

Gracias Mila.
No te preocupes que nosotras sabemos esperar,ya sabes que esta demostrada nuestra paciencia.

Manfredi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Para noticias,
Alguna relacion con la leyenda de Pirene? Saludos. Xi.

Mila dijo...

Noticias, lo siento pero te borro.

Manfredi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Mila dijo...

Y borro.